En estos últimos días he recibido numerosas invitaciones face y mails de estudiantes que inician su formación universitaria. Esta situación me pone muy contenta: siempre es gratificante tomar contacto con gente que tiene proyectos y los emprende con entusiasmo.
A la vez, conforme van encarando las clases teóricas o la resolución de trabajos prácticos, aparecen las primeras dificultades: aparecen situaciones desconocidas, como por ejemplo no entender al docente que les tocó, o haber entendido en parte (porque hubo pasos deductivos que no quedaron claros); o haber entendido toda la parte teórica pero no poder resolver las situaciones problemáticas que se proponen en las guías de ejercicios…
Sobre todo para aquellos que fueron alumnos exitosos en la secundaria este tipo de situaciones resultan frustrantes y más de uno se pregunta si no habrá hecho una elección equivocada…
Cuando publiqué la invitación face para alumnos ingresantes, lo hice con la intención de ofrecer alguna que otra herramienta olvidada, o ejercicios resueltos… No había imaginado consultas acerca de la elección de carrera. Me puso en situación de recordar mis primeros años como estudiante de ingeniería y me dí cuenta que, en realidad, no me estaban hablando de algo que no hubiera sentido yo misma.
Y lo cierto es que creo que todos los que estudiamos o hemos estudiado en la universidad hemos sentido en algún momento eso: incertidumbre y dudas acerca de la elección.
Buscando en mi propia historia traté de encontrar la mejor respuesta para estas preguntas y es la siguiente:
Las dificultades que uno tenga pueden tener un montón de orígenes: puede que nuestro secundario no haya sido del todo bueno, puede que el profesor que nos tocó en la facu tampoco sea tan bueno… o puede que sea demasiado bueno en lo suyo: tan bueno que le resulte imposible imaginar que alguien no entienda cosas que a él le resultan tan obvias… puede haber otros motivos que no acierto a imaginar, PERO… del otro lado de la historia estamos nosotros: los que encaramos una elección hecha con muchas esperanzas y con mucha confianza en nosotros mismos QUE NO TENEMOS NINGUN DERECHO A PERDER…. QUE NADIE DEBERÍA PODER MENOSCABAR
Yo pensaba, en los peores momentos, en los de más frustración, “NO PUEDE SER QUE YO NO PUEDA” y esa frase, intensamente sentida, me daba energías para seguir intentándolo.
Y algo más. Algo que recibí de mi familia. Un “mandato” si quieren: NO DEJEN ALGO PORQUE NO LES SALE. Dejen lo que sea cuando les sale y a pesar de todo sienten que no es lo de ustedes… De esa forma estarán seguros de no estar traicionándose a sí mismos.